domingo, 3 de abril de 2011

Entre un caballito y un cabaret


Hace poco caminando por la vida, viendo el mundo pasar ante mis ojos, un placer que sólo se puede hacer en ciertos lugares en donde la mezcla de nacionalidades y culturas se funden en una para crear la nada, me tope sin más ni mas con un hotel fetichista que llamó mi atención de primera instancia. Al introducirme, encontré un mundo paralelo al mío y mi mente susurró “Voltea a la derecha y no te canses de buscar los nuevos caminos que la mente te invita a recorrer…”.
Lo que encontré fue un libro amarillo (por lo que pude notar bajo la luz neon que alumbraba la habitación), de letras negras y grandes que exclamaba a gritos que mis manos rozaran la carátula y así lograr romper las reglas de lo ordinario. Dadaísmo, él ostentaba. Intrigada, lo abrí, al mismo tiempo que comenzó un recorrido hacia lo desconocido.
Sentí que me había transportado al sueño ideático de Herman Hesse en El Lobo Estepario y tuve un espejismo donde había un letrero que decía << Sólo para locos- La entrada cuesta la razón. No para cualquiera >> . ¿ En qué me había metido? ¿ Qué significaba esta palabra sin sentido, éste libro sin letras, lleno de imágenes fuertes, extrañas figuras que se burlaban del arte convencional?  Así conocí esa palabra, que al repetirla suena coquetamente intelectual pero en realidad tiene una historia mucho más rebelde que la dramatización con la que se exhibe en sus obras poéticas o literarias.
A finales del siglo XIX nació un niño alemán, en el momento perfecto en el que esa generación fue reclutada a ser partícipes de las guerras que el futuro predecía. Hugo Ball, el protagonista de esta historia, estudió sociología y filosofía en la Universidad de Munich. Mientras la Primera Guerra Mundial estallaba, como buen joven, desbordando ideas y queriendo probar su valentía, se une a la armada pero al invadir Bélgica queda completamente defraudado ante las brutalidades de la guerra, argumentando -"La guerra se basa en un error evidente, los hombres se han confundido con las máquinas"-. Traiciona la patria y emigra a Suiza, en donde se enamora perdidamente de Emmy Hennings, una actriz de cabaret, con la que contrae matrimonio. Y así funda el Cabaret Voltaire, entre luces tenues, olor a café e interminables noches con botellas de coñac, una serie de artistas refugiados de guerra en la neutral Suiza quisieron encontrar la manera de romper los esquemas del mundo que los rodeaba, crearon el Dadaísmo.

Como las buenas cosas de la vida nacen de los placeres mas obscuros y con las peores compañías que resultan ser las creadoras de las ideas mas abrumadoramente locas, a nuestro amigo Ball se le unieron los rumanos Tristan Tzara y Marcel Junco en donde juntos decidieron en medio de un juego de azar bautizar al movimiento como “Dadá” (caballito de juguete según el diccionario francés-alemán que utilizaron). Pero en realidad esto tenía un significado mucho más escéptico que la rebelión ante los soldaditos de plomo de carne y hueso o caballitos de madera, nuestro trío constantemente repetía el “da, da”, donde Da significa “sí” mostrando como una forma sarcástica de decir “sí, claro” ante los temas sobre política, sociedad y cultura que tocaban en sus largas reuniones nocturnas.
Ball, Tzara y Junco fundaron una de las corrientes artísticas mas complejas que han existido, ya que se fundamenta en destruir todos los parámetros de la normalidad, burlarse de la burguesía y darle rienda suelta a la fantasía. Crearon un antiarte en el que la noticia se fue distribuyendo de boca en boca al grado de formar un extenso grupo de artistas, poetas e intelectuales decepcionados sobre su situación en ese periodo de entreguerras.
El dadaísmo creó una ideología modus vivendi, una incontenible negación ante cualquier tradición, queriendo forcejear sin sentido el antihumanismo, olvidar lo que existía antes para poder crear sus propios sistemas de vida. Comenzaron las publicaciones en donde citaban a René Descartes diciendo <<No quiero ni siquiera saber si antes de mí hubo otro hombre>>.
¿Irónico o no? Seres humanos negando su naturaleza, descifrando su propio lenguaje imaginario donde por medio de poesías, exposiciones de arte y libros cuestionaban su existencia. Por igual, Dadá se reía por medio del collage de la belleza eterna.

Sus pensamientos e ideologías se podían parecer muy similares a la anarquía, y su encanto duró unos cuantos años después de que el gran Cabaret Voltaire cerrara. Los artistas se difundieron por todo Europa, Hugo Ball emigró nuevamente, en esta ocasión con destino hacia Estados Unidos, pero Tzara se dirigió a París para continuarlo. Con el calor de la vida parisina, la corriente se fue transformando en el surrealismo y modernismo.
Al estallido de la Segunda Guerra Mundial, el Dadaísmo cesó de actividad, en donde muchos de sus artistas murieron en los campos de exterminio de Hitler, ya que fue una de las tantas corrientes que fue perseguida por los nazis por sus mensajes anti políticos.
El dilema se marca claramente,¿Eran buenas o malas las ideas que cimentaban al dadaísmo? ¿Porqué la necesidad de negar las tradiciones marcadas por el hombre durante toda la eternidad? No fue algo creado por Ball, ni por Tzara ni Junco, si no fue algo creado por la injusticia y el desconcierto social que vivían en la época. Era un grupo de jóvenes que querían recordar que más allá de la batalla bélica que había o detrás de ese patriotismo, existían seres humanos independientes buscando nuevas fronteras en medio de un país enclaustrado entre las actividades más brutales e irracionales como el genocidio y la guerra.
Dada es la vida sin líneas divisoras, sin pantuflas para caminar en mármol frío, ateniéndose a las consecuencias que iba a traer su extinción.
¿Qué sería la vida si optáramos por verla desde ese sentido? ¿Existiría el mal o habría eternas confrontaciones?  Con la libertad de poner sentido al sin sentido, o abolir el orden de letras y encontrarle lógica al poema de la vida.

Es una decisión de cada quien, sea bueno o malo, tenemos que aceptar lo que nos enseña cada historia y éste caso encontrarle el humor a las situaciones que no entendemos o nos indignamos en un mundo en el que siempre encontrarás a personas que no comparten tu ideología.
Todo está en el orden en el que acomodes tus pensamientos. Nada es todo. Todo es nada.

Volví en mí, justo cuando la amiga que me acompañaba tocó mi hombro.
-Vamos a comer, deja tus libros extraños para después- Ella dijo.
Me precipité y cerré el libro rápidamente como un niño que había encontrado un gran tesoro, había encontrado un mundo que se creó entre un caballito de juguete y un cabaret.
Salimos del hotel mientras en algún café a unas cuadras se escuchaba la música de una estación de radio, con un viejo riendo y fumando recordando los tiempos del danzón.“Fue en un cabaret, donde te encontré…”

1 comentario:

  1. jajaja la reina roja, la sonoara santanera y el dadaismo, todo reunido excelentemente por una candena...

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